Cristiano Ronaldo, conoce su historia de superación

uno de los mejores futbolistas de la historia. Un hombre hecho a sí mismo. Un futbolista nacido de la pobreza, en una isla perdida para medio mundo, Madeira. Desde allí quiso triunfar en la vida. En el «futebol». Sacar a su madre de la pobreza. Tuvo que trasladarse a Lisboa para darse a conocer. Si no hubiera salido de Funchal, no habría llegado a nada la inspiradora historia de cristiano ronaldo , porque nadie le habría visto jugar a los catorce años con esa garra, esa valentía, esa ambición.
Detrás del foco de la estrella se esconde un trabajo imparable de quince años, desde los catorce, para llegar a ser el mejor futbolista del mundo. Tras las bambalinas de las dos Champions, de los tres Balones de Oro, de las Botas del mismo metal y de los Pichichis hay un hombre que se dedicó desde niño, en su barrio de Funchal, a intentar ser el mejor futbolista de Portugal.
Cuando tenía doce años ya quería ser Figo. Llegó a jugar con él esa Eurocopa del 2004 que su selección dejó escapar en su país. Inolvidables las lágrimas del joven Ronaldo, con 19 años, al perder la final en Lisboa frente a Grecia. En casa siempre escuchó hablar de Eusebio, Torres, Coluna. Quería ser uno de ellos. Y lo es. Incluso los ha superado. Es el mejor futbolista del mundo. Es la historia de una superación constante.

«Quiere ser el mejor jugador de todos los tiempos», afirma su apoderado, Jorge Mendes. «Para mí es el mejor futbolista de la historia. Nadie dedica las veinticuatro horas de cada día de su vida a prepararse para ser el número uno», dice el representante que se hizo con sus derechos cuando solo tenía 16 años. Le vio jugar y supo que ahí existía un diamante.
«Su secreto es que siendo el mejor del mundo podría rebajar esa presión en su trabajo y nunca lo hace. Se entrena tanto o más que nadie. Lo tiene todo y eso no le hace relajarse. Sigue trabajando como si no hubiera obtenido nada. Eso le hace único», indica el hombre que siempre está en contacto con él junto a Manuela Brandao, Santos y otros ayudantes.
Ancelotti desvela un secreto que Mendes vio hace muchos años. «El secreto de Cristiano es que compite consigo mismo, se reta». Un compañero del plantel define perfectamente ese ansia de ser el número uno. «Él mismo es su mayor enemigo porque se insulta y se critica cuando falla, como si tuviera dos personalidades en una». Es su autoengaño para querer ser el mejor cada día. No puede parar. El día que se aburguese, se acabó. «Pero nunca se aburguesará, jugará así hasta que las piernas le digan basta», señala otro futbolista.
«Se retirará a los 38 años, ya verá, solo piensa en fútbol», dice otro jugador del equipo, corroborando el pronóstico de Mendes. Su clave es que hoy trabaja como cuando era un chaval. Expliquemos cómo forjó esta dura andadura hasta la gloria.
A los quince años, Cristiano vivió un momento trágico, decisivo para el futuro de su vida. Y de su carrera. Ya pertenecía al Sporting de Lisboa, que en realidad se denomina Sporting Clube de Portugal. Había realizado una prueba y le habían fichado, claro. Su valentía, su velocidad, su carácter y su agresividad en ataque fueron virtudes admiradas por los ojeadores del equipo de la capital. Todo se podía acabar cuando se le detectó un problema de corazón que pudo retirarle del fútbol. El Sporting informó a su madre, Dolores dos Santos, de su dolencia cardíaca. Necesitaban su permiso para operarle y ver si el problema tenía solución o había que colgar las botas a los 16 añitos.
Doña Dolores, la persona que ha estado siempre a su lado hasta llegar a ser el número uno, dio permiso para la intervención quirúrgica. Se le operó con láser. Todo salió bien. Ya no había lesión. Podía continuar su sueño de ser futbolista. Pocos días después exigía entrenarse de nuevo. Volvía a empezar, con mayor ilusión.
Jorge Mendes comenzó entonces a ser su apoderado. Y Cristiano debutó en la Primera división portuguesa, con el Sporting, a los 17 años. Había nacido una estrella. En su segundo partido ya marcó dos goles. Toda Portugal sintió que tenían otro ídolo de futuro. «Pero de estrella no tenía nada», asegura Mendes. «Sabía que tenía que trabajar mucho para triunfar».
Luis Figo, su ídolo de la niñez, le definió perfectamente. Le vio ejercitarse en el Sporting de Lisboa y tuvo claro su porvenir. «Ese chico será un grande». No lo decía por su calidad como delantero. Lo calibró al verle entrenarse por las tardes, en solitario, en el gimnasio. Después de las sesiones con toda la plantilla, este chaval de 16 años, fibroso, enjuto, delgado, todo nervio, seguía preparándose con pesas y con ejercicios para mejorar sus músculos, su velocidad y su disparo de faltas.
«Ese es su secreto, hoy sigue trabajando igual», indica Coentrao, su amigo, el hombre con el que va y viene en coche a los entrenamientos del Real Madrid. Pepe, su otro amigo portugués, le emula en ese trabajo stajanovista. «Cristiano es el mejor del mundo, solo piensa en entrenarse para serlo».
Hoy continúa haciendo lo mismo que cuando tenía esos 16 años que marcaron su futuro. Con aquella edad, jugando en el Sporting, vino a verle Gerrard Houllier, en nombre del Liverpool. «No le fichó porque le observó muy joven», dicen sus allegados. «Gran error», añaden. «Llegó Alex Ferguson y a él no se le escapó», comentan con picardía sus amigos. Fichó por el Manchester United y pasó de ganar 1.500 euros a 150.000 en un día. Pero no se le subió el dinero a la cabeza. Al revés. No pensaba en el dinero. Sí pensaba en solucionar su vida para su madre, Dolores, que había sufrido tanto. Quería ser el mejor para olvidar todas las penalidades de su vida.
Hay que hablar claro. Su papá, Dennis Aveiro, era alcohólico. Fue siempre un capítulo duro en la vida de Ronaldo. Una tristeza que alcanzó su punto más trágico el 7 de septiembre de 2005, cuando su padre murió por una crisis renal a causa del alcohol. Cristiano estaba concentrado con Portugal y se reunió con su seleccionador para decirle que deseaba jugar el partido frente a Rusia, valedero para la clasificación del Mundial de Alemania 2006. Posteriormente, Álex Ferguson, su entrenador en el Manchester United, sí le permitió volar a Funchal para acudir al entierro y se perdió nada menos que el derbi contra el City.
La vida ha sido ruda para Cristiano, nacido en una familia humilde de Madeira. No solo su padre era una preocupación eterna. Su hermano mayor, Hugo, cayó en las drogas. El futbolista ha rescatado en numerosas ocasiones a Hugo de este problema. Ha pagado mucho dinero en grandes centros de rehabilitación para que su hermano mayor saliera de esa tragedia. Lo consiguió. Hugo se perdió luego en el alcohol. Y ahí estuvo Ronaldo para ayudarle. Contemos un secreto. Una apuesta. Antes de la final de la Champions ganada frente al Atlético, Ronaldo consiguió que Hugo se apostara que si el Madrid era campeón, dejaría el alcohol. El conjunto blanco triunfó. Cristiano regaló su camiseta de campeón a su hermano. Todo, para sacarle de esa segunda lacra.
Volvamos al relato de esta carrera repleta de vicisitudes, deportivas y familiares. CR7 firmó por el Manchester United en 2003 y comenzó esta proyección que le ha catapultado hasta el Real Madrid, donde ha alcanzado la cumbre. Florentino Pérez ensalza esa clave del éxito de Cristiano: «Lo ha conseguido todo y no piensa más que en continuar siendo el mejor. Solo se dedica a ello. Es lo único que tiene en la cabeza», subraya el presidente del Real Madrid.
Hablamos de su juventud y de su madurez porque sigue trabajando igual. «Se levanta con su hijo y suelen desayunar juntos», explican las personas que conviven habitualmente con el Balón de Oro. «El chaval se va al colegio y Cristiano viene a Valdebebas. Aquí se entrena con la plantilla, pero siempre realiza ejercicios concretos para mantener y mejorar su musculatura». Es un futbolista todo potencia, un atleta, y debe consolidar esa explosividad con un trabajando específico diario.
Su hijo, Cristiano Ronaldo júnior, es su debilidad. «Se echan una siesta juntos siempre que pueden. Luego, mientras el chaval hace los deberes, Cristiano dedica una o dos horas, siempre que puede, a hacer natación, para tonificar sus músculos de otra manera». Mendes siempre destaca este trabajo físico extra.
Ancelotti se ha encontrado con un jugador que supera todo lo que ha vivido durante décadas de fútbol: «Es admirable su dedicación. Se cuida en todo momento, se entrena para tener a punto su musculatura. Se dedica a estar siempre al cien por cien».
No tiene diversiones ajenas al fútbol que distraigan su concentración en ser el número uno. «Lo que quiere es ser el mejor de la historia. Y desea jugar muchos más años para serlo». El propio Cristiano manifiesta esas sensaciones: «Tengo 29 años, pero me siento como si tuviera 25».
Detrás de las fotos hay un trabajo extremo que el gran público no ve. Las revistas del corazón hablan de sus coches y de sus relojes. Se fijan en lo superficial. Su secreto es un trabajo denodado por mantenerse en la cumbre.

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